SANTIAGO SE DESPIERTA ENTRE MONTAÑAS De: Ingrid Pereira Mesecke. Enero, 2012.-
Tránsito lento
en el estómago,
no es lo mismo
que tránsito lento
en el Pacífico
o en la Diagonal Paraguay.
Tránsito...
Transíto la calle
llena de baules de fuego
pululando esforzadamente
en una atmósfera
de manicomio.
Gotas de mercurio
en el pavimento,
sonrisas de vagabundo.
Hormigas fraticidas
intentando escapar
callendo por docenas
deshidratadas,
en un cubo de metal,
sin olor a nada
y con aroma a todo.
Semáforos de locura,
asfalto candente,
precipicio de lava
en los zapatos,
cristal molido de roca
por entre los ventanales
apesadumbrados,
tortura de tímpanos
re-percutados,
respiración agrietada,
ladrones huyendo
en la marea humana.
Una gran manzana
de arreboles
se asoma,
empañada por el humo
de fábricas
con chimenea de cigarrillos.
Neón en las alturas.
Torre de comunicación
que no tiene Rey
ní atalaya.
Masa de transeúntes agitados,
apelotonados
en una oruga de fierro.
Sin embargo,
se alzan las montañas,
como manipulando
juego de dramaturgos,
cobrando siempre el impuesto
a la belleza,
la deuda impaga,
sempiterna
en los balcones floridos,
ampliando la ventura panorámica
del cinturón cerrado
de Los Andes.
Pararayos,
parapetadas parabólicas,
en cada corniza burlona,
en cada simetría
de crepúsculo amarillo
y total,
borrado bajo la despiadada
nube negra
de sueños inoxigenados,
amparados
en lo imposible,con el grave índice
de la polución temprana.
El lado oculto
es la arboleda
que dobla el viento,
que teje la esperanza,
de donde crece la montaña
en su albedrío
de soles y lunas
descontaminadas,
más allá
de un campo de rocío
en el "Cajón del Maipo".
En el azul altivo
en donde reposa
el vuelo
de un águila orgullosa
en el paisaje verde.
Y nos es melancolía
el tiempo ido,
el recuerdo
de la vieja "Colonia",
de Iglesias rojas y Franciscanas,
de atardeceres
en la "Alameda de Las Delicias",
con un vaso de mote
en la mano
y por sobre los ojos,
una bandera de estrella solitaria.
Un pájaro sobrevolando
en semicírculos
un cielo campesino y luminoso.
"Santiago a mil"
en la cultura y la conciencia
urbana,
sembrado de Circo Europeo
o de marionetas danzantes
en una plaza de Septiembre,
con abanicos abatidos,
bajo un viento silencioso
en el claudicar
de las palomas muertas.
El cielo se yergue
sobre la gran ciudad,
con un parque
que revienta
por tomarse la calle,
besar todas las cortinas,
encender todos sus faroles,
disparar desde
sus sombras húmedas
un proyectil de agua
para acribillar
a los que van colgados
de la brisa,
encima de los cables
transportados
en huevos transparentes,
viendo pasar enanas
las plazas,
las casas,
la servidumbre.
Gritos terribles.
Ecos siniestros en la" Vega"
que destemplan el alba
en la mañana fría,
que destroza los dedos
y los labios,
cuando apenas el sol
alcanza para entibiar
la ráfaga de una calzada
gastada y moribunda.
Tempranamente
los rumores de los marginados,
comienzan a cobrar vida
en la calma
que desmigará
la ruta hacia los mercados.
Un río de cloaca
parte el camino
de los listos
y de los perezozos.
Edificios de altura
multicolores...plateados,
donde yace el ocaso,
tiñiendo los ventanales.
Se inunda de sol
una persiana cerrada.
Los amantes se estrechan
en pasión desbordada.
Un café en Domingo,
un helado de espuma,
un Parque de árboles altos
sobre las sepulturas.
Se despierta Santiago
fabuloso y rendido,
en un barrio de pobres
y en un Mundo de ricos.
Un cordón de acero
se extiende subterráneo,
es la fuerza motríz,
es el lazo apretado
de esta ciudad fascinante
que se afiebra en verano,
que muere cautiva
cuando la lluvia ha llegado,
rompiendo cristales
de olvido y abrazo,
saltando en el agua
con pies de descalzo.
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