viernes, 11 de noviembre de 2011

CUANDO SE DESNUDA EL ALMA ( DOLOR) De: Ingrid Pereira Mesecke.11.11.2011.-

de Ingrid Pereira Mesecke, el Viernes, 11 de noviembre de 2011, 15:47

Te quise un día, en que me ensoñé contigo en una utopía, porque era más fácil y más grato volar encima del mar, que quedarse pegada en tierra oprimida por los fantasmas.

Entonces cree un sueño a partir de mi precariedad, de mí soledad, a partir de unos soles luminosos que confeccioné para tí y para mí sin tomarte el parecer.

Mi sensibilidad vió todos los embrujos que no viste y la magia que caía como cascada dentro del corazón.Voluntariamente hice que mi alma se cayera en pedazos.

Me posesioné de tí, del espectro que eras tú, sin ver la realidad circundante.

Era misterioso y extraño ver desde el catalejo de mí ventana, las gaviotas que planeaban sobre los mástiles de los barcos hundidos y tenebrosos.

Imaginé...me enrredé en una ola azul, con espuma y perlas de zafiro, navegué a través de ella al infinito, en donde mi paciencia nunca sucumbía con tu desprecio.

Magnifiqué quijotes, mariposas remotas, pancartas alusivas al amor, que no tenían base, que no se sostenían nada más que en el sueño y el deseo truncado de débiles fragmentos de dulzura.

Todas las olas abarcaban la playa y mundos distantes y paralelos convergían en la fragancia que moría como las amapolas.

La rosa de los vientos se me hacia intransitable, enorme en la retina y las huellas en el arena escondían dibujos de castillos nunca habitados por doncellas y hadas inexistentes.

Se levantó una medusa, luego una sirena cortesanas del mar y me dijieron ¡ basta !, no corras tras las volutas del fuego, porque jamás ardió y ya estaba extinguido.

Sin embargo, me adentré en la maraña del bosque de las ansias oníricas, para buscar creaturas nobles de luz que como centinelas habrían de alumbrarme los caminos, rosas, piedras, manojos de hierba y alhelíes me daban la bienvenida en un terreno de nadie, vacío y poblado de leyendas ancestrales.

La lluvia cubría los pocos arreboles, que se iban disipando entre nubarrones.

Miré al cielo y se había caído sobre mis manos celestes y nudosas...ahí entonces comprendí, que no eras más que un espejismo abrupto, que un trozo de metal, que un vidrio de botella, que un diseño mal configurado, del mosaico al cual la resaca le había arrebatado las piezas.

¡ Pobre de mí ! canté al Universo poblado de senderos de estrellas.

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